La francesa está a mi lado, y yo, que sé que no me la voy a follar lo intento. Acaricio su cuerpo con la destreza que se me supone después de seis vodkas. Ella se levanta y jura en arameo. Me dice que tiene que irse y que desearía verme de nuevo. Estoy terriblemente excitado pero sé que ella se irá.
Antes me habló de su novio y de lo poco que se divierte con él en la cama. Se planteaba desquitarse conmigo. Es un orgullo que te vean como un pedazo de carne follable y morbosa. Vanidad.
La francesa se va y yo la abrazo exactamente igual que si un hijo se fuera de acamapada.
Luego apuro las copas de vino que tengo encima de la mesa y recojo la sal que ha caído en el suelo.
Pongo música y me fumo una colilla.
Cita en Malasaña.
Hace 9 años
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