martes, 14 de julio de 2009

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La francesa está a mi lado, y yo, que sé que no me la voy a follar lo intento. Acaricio su cuerpo con la destreza que se me supone después de seis vodkas. Ella se levanta y jura en arameo. Me dice que tiene que irse y que desearía verme de nuevo. Estoy terriblemente excitado pero sé que ella se irá.

Antes me habló de su novio y de lo poco que se divierte con él en la cama. Se planteaba desquitarse conmigo. Es un orgullo que te vean como un pedazo de carne follable y morbosa. Vanidad.

La francesa se va y yo la abrazo exactamente igual que si un hijo se fuera de acamapada.

Luego apuro las copas de vino que tengo encima de la mesa y recojo la sal que ha caído en el suelo.

Pongo música y me fumo una colilla.

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