lunes, 27 de julio de 2009

10

Mi resaca es colosal. Una manada de perros enfermos devoran mi cerebro mientras buscan la salida.
He soñado y al despertar, me he sentado a escribir. En calzoncillos sobre mi sofá escucho como la pasta que he puesto al fuego hierve.

Ayer volví a hablar de ti largo rato. Por eso ahora me gustaría decirte algunas cosas, querida P.
Te gusta jugar con las personas y yo, que soy lo suficientemente ingenuo, he tardado en darme cuenta.

Ahora vuelves a jugar de la manera más cruel, es decir, de lejos. Una forma más cobarde de hacer daño que de cerca. Sabes de sobra las consecuencias que tiene todo esto y lo que pasará después.

Entre algunas medias verdades que me cuentas, y otras mentiras, he aprendido a entenderte y poder darme cuenta de cómo eres.

De verdad tu vida es tan miserable? Te sientes tan sola y abatida que te conformas con ser la lolita de algún gilipollas casado? De verdad que crees que a lo único a lo que puedes aspirar es a zorrear de lejos con alguien que te importa lo mismo que las velas de los cumpleaños. Tanto te aburres?


Lo haces para obtener ese placer que nos da el poder. Quizás por rencor. Quizás por maldad. Manipulas sabiendo bien lo que haces. Aunque luego, no lo reconozcas abiertamente y siempre des una versión de los hechos realmente insostenible. El otro día me contabas aquello, y francamente, regresé a casa con una sensación de asco bastante generalizado. No por tu persona, si no por la circunstancia de la que te rodeas y el daño que repartes. Quieres estrellarte, lo sé, y cada vez lo haces a más velocidad.

Usas la mentira todos los días de tu vida, en ocasiones, con las cosas más insignificantes y con las personas más cercanas. Antes pensaba que realmente eras mala persona. Hoy, sin embargo, creo que simplemente estás enferma. Las malas personas suelen obtener beneficios de sus mentiras pero tú no obtienes absolutamente nada provechoso, nada que te guste, de toda tu farsa. Creo que mientes porque te avergüenzas de lo que haces. Sabes que la mayoría de tus actos son execrables y los disfrazas de inocencia y mentira para no hacerte cargo de las consecuencias.

Me gustaría que leyeras esto y de alguna forma reaccionases contra mí. Pero sin jugar, de frente. Odiándome, si ese es tu deseo, pero de cerca. No me odies de lejos, ni juegues de lejos, ni me ofrezcas excusas de niña pequeña que llora solo cuando mamá la está mirando. Ya jugaste un ratito conmigo, ahora búscate otro hueso.

Pese a todo, algo me queda dentro, no lo negaré. Algo parecido a un recuerdo. Una pizza y una buhardilla.

Pero en fin, prefieres seguir revolcándote en el lodazal del pasado. Tienes tan poca autoestima que buscas cualquier migaja para ahuyentar por unos instantes tu soledad.

Ojalá te cures. Te lo deseo de veras. Cuando lo logres, podrás quererte y aprenderás a ser honesta y no una niña perdida más. Descubrirás que la mentira muchas veces no es necesaria si tienes valor. Si no te curas pronto, alguien te devolverá el dolor que generas, y francamente, creo que no podrías soportarlo. Y eso en el mejor de los casos, ya que si no lo logras, tu vida será una farsa para siempre.

Eres lista y tienes suerte, así que seguro que lo logras.

Lo que sí te pediría es que no me hables nunca si no es con cierta honestidad. Y no vuelvas a acariciarme la pierna con una mano, fingiendo comprensión, mientras con la otra zorreas telefónicamente con otro tipo. Francamente, me resulta bastante desagradable. Me parece demasiado repugnante para ser cierto. Sobre todo porque con las dos manos estás mintiendo. Tú lo sabes.

Obviamente, todo esto, a ti, te la trae al fresco. Yo solo quería que supieras lo que opino de ti, te mereces que alguien sea sincero. No me sale fingir a tu lado.

Desearía poder decírtelo a la cara, siempre que tus ojos verdes no me lo impidan.

Pese a todo, no te deseo ningún mal ni tengo ningún interés en jugar al ridículo revanchismo. Deseo que te mejores, nada más.

Con cariño, SC.

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