jueves, 6 de agosto de 2009

17

La hostia que me ha dado el tipo podría haberme tumbado. Por suerte solo tendré la oreja roja por la mañana. Me quedo petrificado por el miedo y sobre todo por comprobar que en mi interior no hay nada. Ni odio, ni adrenalina, ni vértigo, ni ánimo de revancha. Estoy vacío por dentro y lo único que quiero es recuperar mi sandalia y continuar nuestro camino. Diana se acerca al tipo y no logro comprender si le pide explicaciones o intenta recuperar mi calzado. Temo que sea capaz de soltarle otra hostia semejante a ella y la cosa se ponga fea.

El tipo es enorme y si quisiera podría matarme allí mismo. Nos alejamos divertidos por lo totalmente inesperado de la situación. El golpe me calienta la cara pero no se lo hago notar. Ella dice que ojala se muera la bestia. El tipo se cruza con unos chicos y le suelta otra hostia a uno de ellos. En realidad es divertido asistir a la debacle de la puta civilización.

Si estuviera borracho me enfadaría y no sentiría esta indiferencia, le digo a Diana. Venimos de tomarnos una con un tipo con siete novelas y al final es todo tan absurdo que casi tienes que dar las gracias por tener un final apropiado que contar.

La noche ha sido de lo más divertido, mucho más de lo esperado entre casi desconocidos.

La acompaño hasta la esquina con su calle y la abrazo. Sigo mi camino a casa con la única intención de comprobar ante el espejo el número de mis orejas.

Salió de la nada y me golpeó. Como casi todo en esta vida. Cosas para las que nunca estás preparado.
En ocasiones hay que dar gracias por los guantazos dados a tiempo. En ocasiones pienso en el exterminio de la raza humana como única salida para mi propia existencia.

En casa nada me espera. Así que escribo y sigo mi camino. Como una noche más.

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