viernes, 29 de enero de 2010

22

Ella me dice cosas normales. Cosas sobre grupos de música. Me gusta el uno o el otro porque escribe muy bien o tal y cual pascual. Cosas en plan indi que manu me va soplando al oído. Durante ese rato parezco el típico chico que puede tener una conversación normal sobre gustos. Algo parecido a lo que te diría cualquier gilipollas como alguno de los tipos que te encuentras a menudo, en los bares, en la calle, en las cenas que organizan mis amigas. Luego intento cambiar de tema. Me intereso por su profesión. Me intereso de forma hipócrita. Me chupa un huevo sus gustos y me chupa un huevo su profesión. Cómo te ganas la vida te define solo un poco. Lo mismo que como no te la ganas o como te gustaría ganártela. Has tomado decisiones, acertadas o no y has dejado el resto al descubierto.

Pues eso. Al final le digo que voy a tratar de joder un rato. Y lo hago. Trato de que me explique ese rollo de la poesía y de sus artefactos tan enigmáticos. Eso que hace que algo escrito con media página en blanco suponga mucho más que el tío que la llena entera, Por qué juntar palabras como si quisieras resumir algo es mejor que juntarlas como si no lo resumieras. Así hasta que se cansa y acude al baño. He sido yo mismo. He sido lo que me dio la gana de ser durante un rato y ella se ha cansado. Ella solo decía cosas convencionales a todas las gilipolleces que yo le soltaba. Así no llegaremos a nada.

Luego acompañamos al taxi a M.J. y regreso a casa. Un pelín pedo. Un pelín yo mismo. Si para follar tienes que decir esas cosas que se supone que tienes que decir, no merece la pena.

Y lo escribo, y me duermo, y lo publico. No en ese orden. En otro orden.

Me echo de menos, a mí mismo, si eso es posible. Antes todo era distinto, antes podía interesarme por las chicas de una manera diferente. Antes de saber que yo era el premio, y no ellas.

Fin.