viernes, 14 de agosto de 2009

19

Supongamos que la gente no me aburre y soy yo el que los aburre. Es un ejemplo, claro.

Anda ya, los cojones.

No soy capaz de imaginar algo tan ridículo viendo a todos los gilipollas con los que me encuentro a diario.

Fin del ejemplo.

sábado, 8 de agosto de 2009

18

Escupiéndolo todo, en esas estoy. Todavía de pie, esperando a que algo bueno suceda de una puta vez. Si no es así no me interesa llegar a mañana. Ya no quiero que las hojas del calendario me devuelvan días repetidos, estancados y vulgares. Si todo está mal de qué coño me puedo reír. Si todo ha estado mal llegó la hora de que algo esté bien. Escuchar la misma canción sesenta veces sin volverte loco, sin aprenderte del todo la letra, personas amables en la mesilla de noche, susurrar al oído y que no te odien solo por eso, aumentar las posibilidades de algún cataclismo cada vez que sonrío demasiado, llamadas perdidas buscando el eco de mi voz, pájaros sangrado en la acera, caídos de la nada. Escribir sin molestar a los vecinos, olvidar tu nombre de pila, no saber lo que sienten las personas a las que tocas, ninguna carta de despedida que manosear, alquilar siempre el mismo DVD y no pasar del menú, lamentar tantas cosas en voz baja y gritar lo insignificante. Gente buscando la salida de los bares, cambios equivocado y la caja sin cuadrar. Zorras sin aparato respiratorio que abandonan las mesas sin pagar, causas perdidas junto al baño de señoritas. Aparentar estar al límite para comerte la yugular.

Si todo está tan mal, qué hago haciendo dos cosas a la vez. Y si lo bueno no llega, seré capaz de darme cuenta para retirar la apuesta y hacerme a un lado. Y si las terrazas de Madrid estuvieran vacías y todo el mundo en mi casa. Y si las miradas ya nunca hicieran daño.

De pie. Tocado, no hundido. Cuándo se reparten los beneficios de todo esto? Creo que algo es mío. Lo necesito ahora. Antes de matar al mensajero, antes de abrazar los caminos de la mezquindad. Zapatos de tacón en el pasillo, gintonics bien fríos servidos por perdedores. Indeseables con zapatillas brillantes, chicas malas gastándome el nombre por un trago. Escribir de nuevo, con temor, por no poder conseguir las cosas buenas de la vida. Por no poder robarlas de una puta vez y dejar de esperar lo que sabes bien que nunca llega. Empujar, golpear, maltratar, robarlas. Mentir, gritar, arañar, mutilar por ellas. Si soy incapaz qué hago aquí escribiendo, repitiendo. Aplazando una y otra vez lo que no sucederá mañana.

De pie. Tocado, no hundido. Esperando lo bueno, esperando lo bueno, esperando lo bueno.

jueves, 6 de agosto de 2009

17

La hostia que me ha dado el tipo podría haberme tumbado. Por suerte solo tendré la oreja roja por la mañana. Me quedo petrificado por el miedo y sobre todo por comprobar que en mi interior no hay nada. Ni odio, ni adrenalina, ni vértigo, ni ánimo de revancha. Estoy vacío por dentro y lo único que quiero es recuperar mi sandalia y continuar nuestro camino. Diana se acerca al tipo y no logro comprender si le pide explicaciones o intenta recuperar mi calzado. Temo que sea capaz de soltarle otra hostia semejante a ella y la cosa se ponga fea.

El tipo es enorme y si quisiera podría matarme allí mismo. Nos alejamos divertidos por lo totalmente inesperado de la situación. El golpe me calienta la cara pero no se lo hago notar. Ella dice que ojala se muera la bestia. El tipo se cruza con unos chicos y le suelta otra hostia a uno de ellos. En realidad es divertido asistir a la debacle de la puta civilización.

Si estuviera borracho me enfadaría y no sentiría esta indiferencia, le digo a Diana. Venimos de tomarnos una con un tipo con siete novelas y al final es todo tan absurdo que casi tienes que dar las gracias por tener un final apropiado que contar.

La noche ha sido de lo más divertido, mucho más de lo esperado entre casi desconocidos.

La acompaño hasta la esquina con su calle y la abrazo. Sigo mi camino a casa con la única intención de comprobar ante el espejo el número de mis orejas.

Salió de la nada y me golpeó. Como casi todo en esta vida. Cosas para las que nunca estás preparado.
En ocasiones hay que dar gracias por los guantazos dados a tiempo. En ocasiones pienso en el exterminio de la raza humana como única salida para mi propia existencia.

En casa nada me espera. Así que escribo y sigo mi camino. Como una noche más.

martes, 4 de agosto de 2009

16

He visto a SC escribir de nuevo. Lo hace porque no ponen nada en la tele y de alguna manera tiene que subirse la autoestima.

Luego, en el curro, ha estado contestando algunos mensajes perezoso, ido. Transitando entre recuerdos dolorosos y ecuaciones ya resueltas.

En ocasiones lo veo reír y parece de verdad. Se olvida de la pesada carga que lleva en sus hombros y de la molestia infinita de haber recuperado su peor dolor de muelas.

Cuando al fin ha llegado su hora de salida, se ha encendido un cigarro muy en serio. Como si de verdad no le interesase nada en este mundo que no estuviera contenido entre la primera calada y la última. Era tal su concentración que ninguno de sus compañeros quiso mirarle a los ojos.

Al cruzar la puerta le ha sonado el teléfono. Lo he visto contestar alegre y caminar hacia su casa con una sonrisa.

En ocasiones me pregunto qué coño le pasa a este tipo en la cabeza.